sexta-feira, 8 de agosto de 2008

Paco

(Foto de Pablo Blanes, Patio Andaluz. )

Ayer, volví a pasarme por allí. Ese lugar que descubrí por casualidad, paseando por las calles de Sevilla, pensando que conocía cada rincón de mi ciudad natal, acompañando a unos clientes que llevaron hasta él.

Él, Paco, es el maestro, el más grande, y le gusta pasar sus días libres en Sevilla, en ese pequeño retiro donde la gente aún puede sentarse en un patio tranquilo a oír música y beber algo al fresco de la noche andaluza. Es ahí donde vuelvo de vez en cuando, sabiendo que de vez en cuando me lo voy a encontrar, sentado en una silla del fondo, a la luz de un candil.

Esta noche, como todas, abraza su guitarra como imagino abrazaría a una mujer, tomándola por el mástil como si rodease su cuello con la mano izquierda, mientras la derecha pasa por su cintura, la acaricia, hace brotar la magia entre las cuerdas y yo cierro los ojos y siento que es mi cuerpo el que vibra al compás de sus dedos. Las notas resuenan es el patio, chocan contra las encaladas paredes y huyen hacia los vecinos balcones, llevando tras de si una estela infinita. Deja huella en todos los que allí estamos, horas después sigue resonando en mi cabeza, y deja una cierta alegría en el alma, a veces, otras una profunda melancolía.

Es el maestro, el más grande.

2 comentários:

Jove Kovic disse...

Pues vamos a Sevilla ( pero no en verano, por favor) Beijinhos.

magofez disse...

No conozco Sevilla, pero debe de ser maravillosa. La conoceré algún día, espero.

A veces lo más grande es lo más pequeño, y viceversa. A mi, la altura me empequeñece bastante la verdad.

Me gustaria saber escribir relatos como tú, tendría mucho que decir, pero ni de coña me sale nada.

besines!