domingo, 27 de março de 2011

LA MAREA


Estaba paseando por la playa, muy temprano por la mañana, como cada domingo hago desde hace más de 30 años, como siempre hice, y entonces no lo esperaba y hoy no lo quiero ver, aunque sigo viéndolo, pero nunca olvido sus caras y siempre recuerdo la suya, la de él, la del primer día, su cara nunca se me ha olvidado.
Por la mañana el mar huele más, las olas suenan más fuerte, y la luz del sol cuando sale ilumina todo con un brillo distinto. Si hay nubes y no llueve también hace especial el día. Siempre, todos los domingos, paseo por la playa en la mañana, porque me vine a vivir a la orilla para sentir el mar siempre. Yo nací tierra adentro y creo que por error, porque sentía una atracción especial por el mar desde la infancia.
Ese domingo, uno en septiembre, aún con buen tiempo y sin tantos turistas, salía esperando pasar un par de horas de esa temprana brisa, ese sol que no quema y el salitre que desprende la marea baja. Al final de la playa entre una ola y un montón de arena revuelta encontré un cuerpo, una persona que yacía boca abajo con restos de algas cubriendo parte de sus despedaza das ropas. Y me quedé inmóvil, y no puedo decir ni cuanto tiempo me mantuve allí, a su lado, viendo lo quieto que estaba, mirando las plantas de sus pies y las palmas de sus manos, arrugadas y descoloridas. Me agaché y le puse un mano en la espalda, el frío traspasó mis huesos y casi me llegó al estómago, sentí el agua, sentí pánico y empecé a llorar, y lloré tanto que después no podía ni abrir los párpados, y le di la vuelta para verle la cara, y sentí aún más dolor y más frío, más lágrimas. Era un joven, un niño casi. Y a unos pasos otro cuerpo, y un poco más allá otro, y así hasta ocho, ocho vidas arrojadas al mar y ocho cuerpos devueltos a la playa, fríos y arrugados, hinchados y cubiertos de algas. Allí estaban, en mi playa, en mi domingo, en mi vida, allí estaban y nunca se han ido. Después han llegado otros, muchos, demasiados, tantos que he perdido la cuenta y aunque sigo sintiendo dolor y frío cuando los encontramos en las playas, ya no lloro. Nunca lloro, y cada vez encontramos más, y más jóvenes, y niños, y madres de niños y padres, y el dolor es cada vez más fuerte.
Quisiera dejar de encontrarlos.

Um comentário:

Piikachu disse...

Interesante.