terça-feira, 28 de outubro de 2008

Marisa


Mi vecina Marisa era una mujer de grandes curvas, con unos senos generosos y una cintura diminuta, y aunque me doblaba la edad yo siempre pensé que era la mujer más guapa que había visto. Vivía en el 2º y yo en el 3º. Ella siempre había sido muy simpática, saludaba y sonreía cuando nos cruzábamos en el descansillo o nos encontrábamos en el portal y subía las escaleras detrás de ella, oliendo el aroma de su piel, sintiendo el roce de sus muslos en cada peldaño, y perdiendo el sentido detrás de sus nalgas durante dos plantas que se hacían terriblemente cortas. Siempre intentaba coincidir con ella, porque creo que era el mito que inspiraba mis fantasías. Cuando hacía calor, los días de sol, salía a pasear con su madre, con unos vestidos ligeros como alas de mariposa, que aleteaban al viento del verano de mis 17 años, clamorosos días de calor irrefrenable, en los que pasaba horas encerrado en el baño de mi casa. Y desde cuya ventana, asomado al patio, la veía de pasada cuando se acercaba a las ventanas o cuando coincidía con la colada y ella tendía la ropa en las cuerdas de la ventana de su cocina, sacando medio cuerpo fuera del borde, y yo, desde mi situación de privilegio conseguía ver el canal entre sus pechos, hasta podía ver como se aplastaban encima del alfeizar, y entonces es cuando ya no podía moverme, y me encerraba en mi refugio, y me masturbaba con violencia sintiendo que nunca sería para mí esa mujer maravillosa que encendía mis entrañas. Pero solo sentir su fragancia, el olor de su pelo o de su colonia o el halo que dejaba en el portal al salir de casa por las mañanas, solo con pensar en ella, se me hiela el cuerpo y me arden los pantalones, aún. Imagino lo que debe ser tener una mujer así entre los brazos, desnuda, bajo el cuerpo, o encima.

Imaginaba que no tenía un hombre porque cuidaba mucho de su madre, que era una señora mayor y estaba enferma desde hacía muchos años. En alguna noche he soñado que la besaba, que casualmente nos cruzábamos en el portal, se apagaba la luz, y en la oscuridad me acercaba y la besaba en su jugosa y carnosa boca, retiraba su melena hacia su espalda y la tomaba por la nuca, apretando mis labios a los suyos como un desesperado, hasta que me despierto, y otra vez un sueño húmedo. Y es que hace años que no la veo, pero no he borrado de mi mente el día en que descubrí el secretito de mi vecina. Después de horas de espionaje, fueron incluso días enteros, una de esas calurosas tardes en que la madre de Marisa dormía la siesta, recibió la visita de su buena amiga Paula. Paula era una amiga con la que solía verse y pasar muchas tardes, paseaban, leían y sobretodo, se rían muchísimo. Solía escuchar las risas de las dos mujeres a través del patio y recuerdo que siempre pensaba que sería algo normal entre mujeres guapas, porque a veces mi madre también reía mucho. Y en un momento, sin dejar de reírse, se acercan al ángulo que yo podía ver desde mi ventana, abrazadas, y besándose en la cara y por el cuello. Marisa quedó presa entre Paula y la pared, y entonces las dos se besaron en la boca, se besaron y dejaron de reírse un minuto tras otro y pasaron mucho tiempo así. Después Paula desabrochó uno a uno los botones del vestido camisero de mi queridísima Marisa y se fue deslizando por la piel que iba dejando al descubierto, bajando y liberando su cuerpo de sus paños, hasta que llegando a la mitad se detuvo, se quedó allí y yo ya no quise mirar más. Recuerdo que solo cerré un minuto los ojos, y cuando los abrí ya no las veía, y ese día lloré mucho, y no creo que lo entendiese del todo, pero sentí un tremendo vacío. Hoy lo veo de otra manera, y me gusta pensarlo de vez en cuando. Supongo que ha pasado suficiente tiempo, o muchos años.

3 comentários:

Jove Kovic disse...

La vida te da sorpresas. A mí me dio una similar ( no literariamente, me la dio en propia carne)

magofez disse...

Fascinante!!! Son de esas 'decepciones' que después te hacen sonreír mientras caminas. Tu misma lo dices al principio: 'porque creo que era el mito que inspiraba mis fantasías'.

Una fantasía cumplida no sirve para nada.

biquiños!

Anônimo disse...

Cuanta sensualidad destilada en tan pocas letras... He podido sentir el calor en el cuerpo, seguramente recordando imágenes parecidas. Sin duda tan sensuales como atrayentes... Robadas a mujeres que sin saberlo (o sabiéndolo) se dejaban robar retazos de cuerpo semidesnudo.
Un beso!