quinta-feira, 9 de outubro de 2008

Los caramelos


A veces paso por una tienda de caramelos, una de esas artesanales, con un ventanal enorme a un escaparate de infitas posibilidades, pecadillos y dulces infantiles, con una puerta de cristal que al no sellar el cierre, deja salir entre sus hojas un aroma intenso a dulces de frutas y aromáticos caramelos. Me vuelvo a la infancia siempre que me paro enfrente, que me paro siempre, y miro con ojos enormes las maravillas de vivos colores y brillos hipnóticos, y me imagino que entro y compro un poco de cada uno de esos montoncitos de felicidad. Me produce una auténtica sensación de bienestar el saborear esos manjares prohibidos por la edad, las dietas, las caries y los prejuicios. Y de vez en cuando, cuando me consiento un poco más que de costumbre, me permito entrar y elegir un paquetito de alegrías de colores, otras veces uno de flores violetas, y muy pero que muy de vez en cuando, un hombrecito de caramelo. Estos son mis preferidos, los perfectos, anatómicamente irreales, sonrientes, hombrecitos de caramelo. Quien puede resistirse a uno que solo te dará placer, desde que te lo pones en la boca, y vas chupando, agarrándolo por el palito, deshaciéndolo con la lengua, desde sus orejitas prominentes, a su nariz de chocolate, el cuerpecito crujiente, hasta los zapatos. Y un rato después de haber acabado con él, aun sigo saboreándolo, chupeteando el palito vacío, desolado, que solo tiene el rastro de color marrón, de mi querido hombrecito de caramelo, dulce y breve relación la nuestra.
La vida tiene esas cosas, un poco de fantasía para olvidar la realidad, y añorar la infancia.

4 comentários:

Anônimo disse...

...que la medida de tu bienhacer no es la cantidad de lectores, ni el número de declarados admiradores, sino la calidad del engaño que nos pones delante, el papel de plata -¡tan brillante!- con el que envuelves el veneno del azúcar, rico, dulce, sí, pero veneno...
Que no seas tan susceptible...
Que te quiere...
Que te manda un beso...

Jove Kovic disse...

Parece que estés hablando de mi y mi pasión por los dulces.

magofez disse...

ays! Que me voy a fumar un cigarrillo tras leerte... mmm

Anônimo disse...

Hombrecillo de caramelo... Demasiado azúcar, incluso, para ser tan corta. :)
La infancia tiene algo de magnético universal: es capaz de atraer a casi todo. Sobre todo a los buenos recuerdos.
Un beso!