La fiesta era un auténtico muermo, todas esas momias con las que trabajo cada día, reunidas en un mismo agujero, con la única diferencia del alcohol. Les ponen una copa en la mano y aun así siguen siendo igual de estresantes, con sus corbatas ahogándoles cada trago, esas mismas palabras saliendo de sus bocas, el mismo tono de trabajo, la misma conversación de negocios, día y noche, son como autómatas. Me da la sensación de que aun estoy en mi mesa, cerrando tratos, negociando márgenes, contestando llamadas. Necesito otro whisky, aun no he escapado de ellos. Levanto la vista de mis zapatos, los he memorizado hace dos horas y sigo mirándomelos, el camarero está libre en la barra del minibar. Me disculpo, con cara de lamentar perderme la siguiente elocuente frase, y voy en busca de la gota redentora, aflojándome el nudo de la soga, respirando aliviado. Pido mi copa, la quiero llena y con mucho whisky. Pero aún he de quedarme allí, acorralado, agotado. Hace tiempo, cuando yo era uno de esos buitres, me gustaban estas cosas. Solía disfrutar de las charlas, de la bebida, de la compañía. No pensaba en la hora de volver a casa, pero supongo que ya no soy el mismo. Ahora miro a todas estas personas y solo quiero irme, salir de aquí, estoy cansado, aburrido.
Salgo al jardín de la casa en busca de un poco de aire. Desde que dejé el tabaco no soporto el humo de los demás, me ahoga, me enerva, y en los momentos así, con una copa en una mano quisiera tener en la otra un cigarro, cosa que aun me cabrea más. La casa es enorme, tiene jardín, tendrá piscina. Por supuesto, una piscina rodeada de verde, árboles, más verde. Para perderse, pasar el resto de la velada, para perderme. Me acerco al borde, el fondo está iluminado, es como si estuviese esperándome. Todo está en calma y me siento más sosegado, respirando, en silencio, observando el agua, mirando al fondo.
Me vuelvo hacia el resto de la finca, y veo un punto rojo, bajo una sombrilla, junto a unas sillas apiladas. Sentada en una hamaca hay una figura de mujer. Me acerco, y voy distinguiendo unos pies, seguidos de unas piernas, los codos apoyados en los muslos, la cabeza agachada, el pelo mojado sobre los brazos y un cigarrillo en una mano. La mujer, al oír mis pasos levanta la cabeza, y de su boca abierta sale una nube de humo. Sale de entre unos labios que se van separando, como si se descolgasen, para después volver a juntarse, para recuperar de nuevo el pitillo entre ellos, sujetándolo casi con la comisura, como si fuese muy pesado, como si fuese a cámara lenta. Me mira con cara inquisidora, y retirando el cigarro de su boca, dejando salir el humo nuevamente, me pregunta si me he perdido. No consigo decir nada. Aún miro embelesado sus labios. Pasa una eternidad y sigo mirando como se mueven, como me preguntan de nuevo. Me siento como un estúpido, intento balbucear alguna palabra y no sale nada de mi boca. Y de repente le pido un pitillo. Ella frunce el ceño. Sus ojos, ahora un poco más abiertos, me miran con escepticismo. Me acerca un paquete, cojo uno, en pie, me ofrece fuego. Me acerco y con la cara de lado puedo ver su cuerpo frente a mí, desde los pies a la cintura, de la cintura al cuello. Es una figura etérea cubierta por un pequeño bikini, descubierta por un pedazo de tela. Las gotas de agua se deslizan por la piel de aquella muchacha de cera, de piel brillante, de cabellos sin fin, de enormes ojos, de jugosos labios.
Siento el calor del fuego, la llama del cigarro, desde los dedos, en una bocanada de humo, el calor alcanza el pecho, pero baja hacia dentro, hacia abajo, me bombea sangre. Levanto el vaso y apuro el último trago, que baja por la garganta caldeando aun más mi aliento, que ya noto como se acelera, las pulsaciones del corazón golpean mis costillas, mi bragueta palpita. Y sigo mirando la perfección de sus proporciones, el erizar de su piel, el frío en sus pezones.
Una llamada, suena el móvil. Ferreira. Me vuelvo ligeramente para responder, me está buscando, la gente empieza a irse y me espera para volver a casa. Cuelgo, y me giro nuevamente, buscando con los ojos expectantes la visión de aquella bella figura, pero ya no está, se ha ido. Desconcertado miro, escruto cada centímetro, no consigo verla, no hay rastro. Me dirijo de nuevo a la fiesta, buscando con la mirada una pista. Todos se van, salgo hacia el coche, pensando en ella, recordando su hermosura, preguntándome de donde salió y a donde se iría. Ni siquiera sé quién es, solo sé que esos minutos han compensado la noche, que he sentido vida en medio de un cementerio. He sentido vida en mi cementerio personal, he vuelto a fumar y me ha encantado.
Salgo al jardín de la casa en busca de un poco de aire. Desde que dejé el tabaco no soporto el humo de los demás, me ahoga, me enerva, y en los momentos así, con una copa en una mano quisiera tener en la otra un cigarro, cosa que aun me cabrea más. La casa es enorme, tiene jardín, tendrá piscina. Por supuesto, una piscina rodeada de verde, árboles, más verde. Para perderse, pasar el resto de la velada, para perderme. Me acerco al borde, el fondo está iluminado, es como si estuviese esperándome. Todo está en calma y me siento más sosegado, respirando, en silencio, observando el agua, mirando al fondo.
Me vuelvo hacia el resto de la finca, y veo un punto rojo, bajo una sombrilla, junto a unas sillas apiladas. Sentada en una hamaca hay una figura de mujer. Me acerco, y voy distinguiendo unos pies, seguidos de unas piernas, los codos apoyados en los muslos, la cabeza agachada, el pelo mojado sobre los brazos y un cigarrillo en una mano. La mujer, al oír mis pasos levanta la cabeza, y de su boca abierta sale una nube de humo. Sale de entre unos labios que se van separando, como si se descolgasen, para después volver a juntarse, para recuperar de nuevo el pitillo entre ellos, sujetándolo casi con la comisura, como si fuese muy pesado, como si fuese a cámara lenta. Me mira con cara inquisidora, y retirando el cigarro de su boca, dejando salir el humo nuevamente, me pregunta si me he perdido. No consigo decir nada. Aún miro embelesado sus labios. Pasa una eternidad y sigo mirando como se mueven, como me preguntan de nuevo. Me siento como un estúpido, intento balbucear alguna palabra y no sale nada de mi boca. Y de repente le pido un pitillo. Ella frunce el ceño. Sus ojos, ahora un poco más abiertos, me miran con escepticismo. Me acerca un paquete, cojo uno, en pie, me ofrece fuego. Me acerco y con la cara de lado puedo ver su cuerpo frente a mí, desde los pies a la cintura, de la cintura al cuello. Es una figura etérea cubierta por un pequeño bikini, descubierta por un pedazo de tela. Las gotas de agua se deslizan por la piel de aquella muchacha de cera, de piel brillante, de cabellos sin fin, de enormes ojos, de jugosos labios.
Siento el calor del fuego, la llama del cigarro, desde los dedos, en una bocanada de humo, el calor alcanza el pecho, pero baja hacia dentro, hacia abajo, me bombea sangre. Levanto el vaso y apuro el último trago, que baja por la garganta caldeando aun más mi aliento, que ya noto como se acelera, las pulsaciones del corazón golpean mis costillas, mi bragueta palpita. Y sigo mirando la perfección de sus proporciones, el erizar de su piel, el frío en sus pezones.
Una llamada, suena el móvil. Ferreira. Me vuelvo ligeramente para responder, me está buscando, la gente empieza a irse y me espera para volver a casa. Cuelgo, y me giro nuevamente, buscando con los ojos expectantes la visión de aquella bella figura, pero ya no está, se ha ido. Desconcertado miro, escruto cada centímetro, no consigo verla, no hay rastro. Me dirijo de nuevo a la fiesta, buscando con la mirada una pista. Todos se van, salgo hacia el coche, pensando en ella, recordando su hermosura, preguntándome de donde salió y a donde se iría. Ni siquiera sé quién es, solo sé que esos minutos han compensado la noche, que he sentido vida en medio de un cementerio. He sentido vida en mi cementerio personal, he vuelto a fumar y me ha encantado.
11 comentários:
No tengo palabras Rakel! Me has dejado temblando. ¿Tu vives de esto de escribir no? Si no lo haces, entiendo que aún no seas millonaria!
Pero que arrrrte!!!! impresionante, en serio ...
besazo!
uy uy uy. que cosquillitas me haces! será que a mi ego le gustas? jajajajajaja
beijinhos!
apoyo la moción!
ya tenía ganasd e que actualizaras para leerte otra vez!!!!
un besazo enorme, Rákel, y que te sean leves estos últimos días. Animo!!!!
ola mer!
gracias, necesito un empujon, estos dias no soy persona, ni se me ocurre nada, a ver si llegan las vaciones, que me hacen mucha falta!
saudades, saudades, saudades...
bjs
Muy bueno Rakel. Me ha encantado.
Besos!
Bueno, qué nivelazo... está muy bien el relato. ¡Si hasta me han dado ganas de fumar y todo!
Un abrazo.
¿Por qué recordará más ese día? ¿Por retomar el vicio del tabaco o por haber conocido a esa mujer? Ya debió de impactarle como para pedirle un cigarro, si había conseguido dejarlo.
Un relato muy intrigante y bien tramado. Aunque echo en falta algo más de protagonismo de la mujer. ¿Al final desaparece como un fantasma? ¿Es producto de sus propios sueños y de la necesidad de evadirse de la fiesta que odia? ¿Demasiado Whisky? Ya se sabe. A partir de la octava copa hay que ir más despacio... :P
LINDO! E só li o princípio, porque as letras são pequenas e vejo mal (da idade!).
Tens um dom...
Beijinhos, e viva os comentários portugueses!!!!!
Ánimo Raquel!!!!!!!
Força!!!!!!
Ya falta poquito para acabar y después ya verás que bien en la playita desconectando, al solete, con las cañitas fresquitas, la brisa marina, los cachondos por ahí para alegrar la vista...
y luego León! a ver si me acerco de visita :D
Un besazo mu mu pero que mu grande para mi raquel favorita
Me ha gustado el relato, muy chulo. Un saludo.
Tas bien??????
pasa ná!!!!
Pásalo bien que ya es viernes!!!
Bicos!
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