Entre los dedos siempre un cigarrillo, las nicotina impregnando sus manos, y un ronquidito al respirar que se oia desde unos metros antes de avistarlo. En cualquier lugar que lo encontrase, siempre rezumaba humo, envuelto en un halo de olor rancio. Era un tipo gris, como la ceniza de sus colillas. Sería la típica persona que, en un vistazo rápido y poco cientifico, aunque no por ello menos cierto, uno sentenciaria a un dramatico cancer de pulmon, de esos que consumen al fumador en cada calada.
Lo ultimo que supimos de él fue lo que se contaba en el barrio. Nunca tendre la certeza de que aquello fuese cierto, pero la gente no puede evitar comentarlo todo, en cualquier esquina y frente al primer desconocido que se cruce. Eso es lo que sucede en una calle con demasiada gente aburrida, sumergida en sus cotidianidades, a la que cualquier salida de la monotonia le fascina, y flota durante dias en sus cafes de sobremesa. Pero sin credibilidad y con todo, no se me va de la cabeza. Es más, incluso yo, que no me presto a chismes de escalera, lo he comentado en más de una ocasión.
El pobre y triste fumador, un dia aparecio muerto en su casa. Se lo encontro la vecina que le aseaba la casa, y en cierto modo se ocupaba de él. La mujer salió al rellano envuelta en lagrimas, gritando con desgarro.
El pobre hombrecillo, consumido en si mismo, en los puros huesos, con la piel arrugada como el papiro antiguo, estaba tendido en el suelo de la cocina. Sólo lleveba puesto el pantalón del pijama y una zapatilla. Las manos sobre el piso, la cara de medio lado reposaba en un charquito de sangre seca, y sobre una de las encimeras un cenicero con un par de colillas.
Que lástima debió de darle a la buena señora ver aquella silueta de fantasma, tendida en el suelo, como un auténtico cadáver. Y además muerto, claro.
Pues según se ha dicho por aquí, cada cual saque sus propias conclusiones, que yo tengo ciertas reticiencias en acreditarlo cien por cien, nuestro personaje tenia una fuerte dependencia del tabaco, pero estaba tratando de librarse de semejante mal. En tal plan se incluia, digamoslo asi, una "salidita de emergencias". Esto es, que en caso de extrema necesidad el casi-ex-fumador guardaba un paquetito de cigarrillos encima de los muebles colgantes de la cocina. Supuestamente, y acuciado por un irrefrenable síndrome de abstinencia, el pobre se encaramo a una silla, perdiendo el equilibrio en la hazaña, y estrellando su sesera contra el granito de la encimera. Semejante fatalidad fue a terminar con él en el acto, según se ha dicho.
En un intento desesperado por ponerse a salvo de tan maligno vicio, una sola "recaida" le costo la vida.
Con perdón por las licencias literarias, supongo que es para cuetionarse algunas cosas. La historia no estará ya en su versión original, porque como todo lo que pasa por muchas manos, va perdiendo su forma inicial. Sin duda es un tema que ocupo muchas conversaciones, mismamente me rondo por mi cabeza, no sabria ni especificar cuanto, pero ahora que ha pasado algo de tiempo, ha perdido parte de dramatismo y puedo contarlo con naturalidad.
Assinar:
Postar comentários (Atom)
4 comentários:
Pues ahora ya no se sabe si lo mató el tabaco, o en realidad lo que le mató fue el no fumar... Porque si no hubiera intentado dejarlo, ahora seguiría echando humo, tan feliz.
jajaja. si, en realidad se podria decir que lo que lo mato fue la encimera de la cocina,no?
no te ha gustado demasiado,intuyo.
a veces tengo mil historias en la cabeza, autenticas paranoias, luego, al saltar al papel, no quedan como yo las tenia en la cabeza. cuestion de practicar. a ti que te parece?
Chica, me parece que te he envíado señales equívocas: SÍ que me ha gustado.
Lo que pasa es que yo, aunque ex-fumador desde el siglo pasado, soy un defensor del humo y sus adictos. Lo que no tiene nada que ver con que tu texto me parezca bueno y me haya hecho mucha gracia.
No te desanimes, que no ha perdido tanto con el trasvase.
Yo también soy ex-fumador y también me ha gustado - y mucho- el texto.
Postar um comentário