Me desperté en medio de la noche, estaba soñando y apenas podía respirar, el sudor me empapaba la frente, había desecho la cama, me sentía desorientado. En la oscuridad rota por los reflejos de la calle, con un brillo intermitente, sentado en la cama, recordé lo que tenía que hacer. Tenía un sabor rancio en la boca, una mezcla de tabaco y resaca. Me levanto, hacia la cocina, y casi puedo oír como se pasean las cucarachas por el suelo. Hace tiempo que nos hemos acostumbrado a cruzarnos por cualquier parte de este mugriento apartamento. Necesito una ducha, creo que apesto como si hubiese corrido la maratón, incluso puede que fuese cierto y no lo recordase, me temo que bebí demasiado ayer. Es posible que aún esté borracho, pero eso no es relevante, tengo trabajo y no importa si llevo unas copas, hago lo que tengo que hacer siempre puntual, por eso soy el mejor, todo el mundo lo sabe, el “Francés” siempre cumple. Pero supongo que no tiene nada de especial, no me importa la vida de la gente, incluso la mía me da igual. A veces no sé que hacer con ella, pero unas copas, unos billetes en el bolsillo del pantalón, y todo lo demás deja de preocuparme.
Me ducho. Me visto, enciendo un cigarro, y cierro la puerta al salir del piso. Si lo pienso se me escapa la risa, creo que temo que se escapen las cucarachas, porque no habría otra explicación.
Tengo que hacer un encargo en un garito de la calle Platerías, un sitio cutre, un trabajito fácil, nada de sorpresas, pero cada noche te la juegas, aunque eso hace tiempo que me importa una mierda. Hago lo que me piden, cojo mi pasta y me piro. Tengo que desaparecer una temporada, creo que iré a ver a un colega que conocí hace años en Barcelona. Puede que tenga algo que me interese.
Llego al bar, la hora cierta, el camarero está casi tan borracho como los dos tipos que se apoyan en la barra. Lo conozco bien, él también me conoce, le pregunto por mi cita, me hace un gesto con la cabeza hacia el retrete, solo tengo que mirarle a los ojos y entiende por donde tiene que esfumarse. Ni siquiera tengo que mover la boca. Los dos borrachines del fondo tampoco se quedan atrás, a una señal del barman, salen con sigilo. Chicos listos.
Hecho un vistazo al local, me enciendo un pitillo, miro detrás de la barra, y encuentro un cuchillo. No es lo que había pensado, pero servirá. La puerta del aseo se abre, observo detrás de una columna, puntual, por supuesto.
-Hola Krahe, Vengo a despedirte, buen viaje.
Me encantan esas frases tan dramáticas que se me escapan justo antes de rematar un encargo, de clavar un cuchillo en un cuerpo caliente. Un poco de impulso, con firmeza, un pequeño giro de muñeca, y enseguida siento un calor que escurre por la mano. Esa parte me resulta un poco más desagradable, siempre prefiero hacerlo algo más limpio. Tal vez un golpe en la nuca y una bolsa de plástico enrollada en la cabeza, es cuestión de un ratito y no deja manchas.
Espero un instante y observo como se escapa la vida de aquel hombre al que conozco, del que he oído mil historias, con el que he bebido muchas veces, y que no me importa. Hace mucho que miro como termina cada una de las personas con las que acabo, frente a sus últimos alientos, y no me produce sensación alguna.
Tengo que lavarme las manos, se seca la sangre y después es peor de quitar. Odio estos antros, apestan.
Me ducho. Me visto, enciendo un cigarro, y cierro la puerta al salir del piso. Si lo pienso se me escapa la risa, creo que temo que se escapen las cucarachas, porque no habría otra explicación.
Tengo que hacer un encargo en un garito de la calle Platerías, un sitio cutre, un trabajito fácil, nada de sorpresas, pero cada noche te la juegas, aunque eso hace tiempo que me importa una mierda. Hago lo que me piden, cojo mi pasta y me piro. Tengo que desaparecer una temporada, creo que iré a ver a un colega que conocí hace años en Barcelona. Puede que tenga algo que me interese.
Llego al bar, la hora cierta, el camarero está casi tan borracho como los dos tipos que se apoyan en la barra. Lo conozco bien, él también me conoce, le pregunto por mi cita, me hace un gesto con la cabeza hacia el retrete, solo tengo que mirarle a los ojos y entiende por donde tiene que esfumarse. Ni siquiera tengo que mover la boca. Los dos borrachines del fondo tampoco se quedan atrás, a una señal del barman, salen con sigilo. Chicos listos.
Hecho un vistazo al local, me enciendo un pitillo, miro detrás de la barra, y encuentro un cuchillo. No es lo que había pensado, pero servirá. La puerta del aseo se abre, observo detrás de una columna, puntual, por supuesto.
-Hola Krahe, Vengo a despedirte, buen viaje.
Me encantan esas frases tan dramáticas que se me escapan justo antes de rematar un encargo, de clavar un cuchillo en un cuerpo caliente. Un poco de impulso, con firmeza, un pequeño giro de muñeca, y enseguida siento un calor que escurre por la mano. Esa parte me resulta un poco más desagradable, siempre prefiero hacerlo algo más limpio. Tal vez un golpe en la nuca y una bolsa de plástico enrollada en la cabeza, es cuestión de un ratito y no deja manchas.
Espero un instante y observo como se escapa la vida de aquel hombre al que conozco, del que he oído mil historias, con el que he bebido muchas veces, y que no me importa. Hace mucho que miro como termina cada una de las personas con las que acabo, frente a sus últimos alientos, y no me produce sensación alguna.
Tengo que lavarme las manos, se seca la sangre y después es peor de quitar. Odio estos antros, apestan.
10 comentários:
Un relato realmente escalofriante.
Muy bien escrito nena, en serio!Pero poruqe tantos relatos grises?tnata tragedia... no es que no me gusten las "historias negras", bien abes que si, (lololo), pero supongo que en estos momentos como este necesito algo más...como diria¿? "rosita".
Bjxxxxx
Ay, ay que de faltas...esto de no saber mecanografia y no releer lo escrito es lo q tiene, borralo anda...
Me ha gustado este relato, consigue enfriarle a uno la sangre.
Por desgracia se acerca demasiado a la realidad, cada vez hay más "Franceses" a los que les importa un carajo la vida de quienes tienen alrededor. Este por lo menos no es hipócrita y se dedica a acabar con ellas, otros son más sutiles y no tan literarios.
Tienes un gran blog, el relato del previo a la visita al dentista tampoco deja indiferente (para bien).
Un saludo.
Holaaa!!! Cuida bien de Robertito eh!!! que es amigo blogger y un pequeño genio, me encanta encontrarlo por aquí ...
Del post, bien, me ha encantado que utilices la primera persona en masculino para el psicópata y por supuesto sublime el trato tan frío de la muerte por el mismo, lo de la sangre seca que después dará más curro, buenísimo. Tienes una técnica literaria invencible, deberías escribir, pero en serio, ya te lo he dicho alguna vez...
Bicos,
ola!
gracias, esos escalofrios me reconfortan. jeje
veremos si me decido por escribir una historia pasional y os gusta.
de momento no me sale nada, a ver otro dia.
yo también me alegro de ver a roberto por aqui, paisano mio.
no aprobeches mi complacencia, wilde, no creo que de para tanto, pero ya sabes cuanto me gusta que me jabonen...la espalda. jajaja
bjxxx para tod@s!
Me alegro de alegraros, a los dos, a la anfitriona Rakel y a mi buen amigo Wilde (de verdad que no está a sueldo mio).
Otro saludo, y gracias por vuestras palabras.
Un relato genial. Tétrico, negro, que te dispara a la cabeza sin premeditación y a sangre fría. Como el protagonista. Perfectamente creado. Casi puedo ver su cara, sentir la mueca de asco al ver esfumarse aquella vida que solo le importa por el dinero que le darán a cambio. Un relato digno de acompañar en la estantería a las mejores novelas de género negro.
Mis mejores felicitaciones para vos...
gracias, eres tan encantador como siempre. agradecida por enlazarme la nieve, estoy en ello, luego te comento. jeje
bjs!
Excelente relato. La micro- narrativa es uno de los géneros más complejos que existen. Y tú enganchas.
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