Los besos que te mando desde aquí, no llegan hasta que cae el sol. No importa si te los envío por la mañana o por la tarde, solo se posan en tus mejillas cuando esta oscuro. Pensarás que es porque son besos muy tímidos, pero en realidad son besos lascivos, que aprovechan la penumbra, las sombras, para colarse en tu boca. Les encanta ir recorriendo tu cuello, hacia la nuca, por la espalda, se pasean por tu cintura y llegan al ombligo, y bajar. Son besos juguetones, que corretean por tu piel haciendo cosquillas, deslizándose entre la ropa, bajo las prendas que cubren tu desnudez.
Imagino tu cuerpo así, desnudo, al aire fresco de la noche, quizá a la luz de la luna, quizá en una de esas playas en las que hemos estado juntos. Sueño con tu piel, contraída por el frescor del agua, humedecida, los pezones apuntados, y puedo sentir tus escalofríos cuando me acerco. Puedo saborear tus labios, el sabor del mar, y tu lengua cálida. Acaricio tu pelo empapado, y la nuca, abrazo la espalda, siento la fuerza de tu espalda, y dejo caer mis manos hacia los glúteos, los aprieto, me aprieto contra ellos, me aprieto contra ti, sintiendo tu respiración en mi pecho, el frío de tu cuerpo en el mío, la excitación de tu sexo en el mío.
Desde tan lejos no siento los tuyos de vuelta, pero sigo enviando aquellos que se me escapan al pensar en ti. Sigo pensando en ti, añorando cada momento que hemos pasado juntos, esas noches de frío, todo el calor que compartimos. Nunca olvidaré el primer encuentro, la curiosidad, el deseo, la ansiedad que de ti tenía, tanta que sentía que se me partía el pecho al respirar. Quizá tu sentiste lo mismo, quizá tu también deseas más de aquello. No hablamos de eso, nunca hablamos. Pero en medio de la oscuridad sigo pensando en ti, en cualquier momento sigo pensando en ti.
Desde este lugar, en el que puedo ver el monte cubierto de nieve y las acacias en flor, oír los ruidos del ganado, los niños jugando, las ranas, el viento…desde el paraíso te hecho de menos. Donde esté sigo pensando en ti, sigo deseando estar entre tus brazos, en ti, contigo, en cualquier parte donde estés. Quisiera volver a las playas, a Ibiza, a Menorca, esas playas donde nos encontramos, donde nos descubrimos, al cielo.
Porque cada boca que beso es la tuya, cada cuerpo que siento entre mis brazos es el tuyo, y cada noche que comparto la paso contigo. Sigo en esas playas, vivo allí, duermo allí, sueño con ellas, no me he ido, no me iré nunca, esperando que vuelvas.
Imagino tu cuerpo así, desnudo, al aire fresco de la noche, quizá a la luz de la luna, quizá en una de esas playas en las que hemos estado juntos. Sueño con tu piel, contraída por el frescor del agua, humedecida, los pezones apuntados, y puedo sentir tus escalofríos cuando me acerco. Puedo saborear tus labios, el sabor del mar, y tu lengua cálida. Acaricio tu pelo empapado, y la nuca, abrazo la espalda, siento la fuerza de tu espalda, y dejo caer mis manos hacia los glúteos, los aprieto, me aprieto contra ellos, me aprieto contra ti, sintiendo tu respiración en mi pecho, el frío de tu cuerpo en el mío, la excitación de tu sexo en el mío.
Desde tan lejos no siento los tuyos de vuelta, pero sigo enviando aquellos que se me escapan al pensar en ti. Sigo pensando en ti, añorando cada momento que hemos pasado juntos, esas noches de frío, todo el calor que compartimos. Nunca olvidaré el primer encuentro, la curiosidad, el deseo, la ansiedad que de ti tenía, tanta que sentía que se me partía el pecho al respirar. Quizá tu sentiste lo mismo, quizá tu también deseas más de aquello. No hablamos de eso, nunca hablamos. Pero en medio de la oscuridad sigo pensando en ti, en cualquier momento sigo pensando en ti.
Desde este lugar, en el que puedo ver el monte cubierto de nieve y las acacias en flor, oír los ruidos del ganado, los niños jugando, las ranas, el viento…desde el paraíso te hecho de menos. Donde esté sigo pensando en ti, sigo deseando estar entre tus brazos, en ti, contigo, en cualquier parte donde estés. Quisiera volver a las playas, a Ibiza, a Menorca, esas playas donde nos encontramos, donde nos descubrimos, al cielo.
Porque cada boca que beso es la tuya, cada cuerpo que siento entre mis brazos es el tuyo, y cada noche que comparto la paso contigo. Sigo en esas playas, vivo allí, duermo allí, sueño con ellas, no me he ido, no me iré nunca, esperando que vuelvas.
Um comentário:
Me he sentido tan bien leyendo esos dos últimos episodios de tu cada vez más enferma mente (bienvenida) que me he apropiado de alguno de los besos del segundo para negar con ellos el frío que sentí a medida que avanzaba el primero. Espero que nadie los eche en falta. Sigue.
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