segunda-feira, 21 de maio de 2007

un poco de brisa

Una tarde de mayo, una tarde como pudo ser esta. Un poco de sol, algo de brisa, pocas ganas de trabajar, y una invitacion a un cafe.
Es algo tan inofensivo que no despierta ni el minimo interes. Y lo que son las cosas, lo que puede llegar a complicarse algo, que al caer la noche solo pienso en olvidarlo.
La cita, un cafe en una terraza, y media hora de paseo. Salgo de casa y siento un poco de brisa en la cara, respiro, el aire esta cargado de aromas de flores. En esta altura de la primavera, los dias calurosos como hoy traen los aromas de todos los patios floridos del barrio. Adoro esa sensación, ir por la calle recogiendo todos los aromas de las plantas en flor, los perfumes de algunos transeuntes acicalados, quiza ropa tendida al sol... soy obsesivo de los olores.
Llego a mi cita, dos besos, un cafe. El cafe recien hecho, el buen cafe de portugal, tiene un aroma embriagador. Lo respiro, lo saboreo, y despues de beberlo aun tengo el aroma en la boca y llega hasta mi nariz...es casi infinito.
Un poco de buena conversación, algunas risas, un par de anecdotas, y entonces llega hacia mi una mezcla de perfume y quiza sudor. Un poco de brisa que cambia de dirección y un rato de charla al abrigo del calor, consigue desvelar la indiscrección del cuerpo ageno.
Pero lo que en principio seria desagradable, lejos de serlo, despertó en mi un inquietante interes.
Ese aroma, cargado de matices, me altero la percepción de la conversación. Me abstrajo completamente. Estaba en la silla, sentado fisicamente, pero en realidad estaba acercándome al otro extremo de la mesa. Me inclinaba sobre la silla,desde atras, aproximando solo la cara sobre sus hombros, aspirando hondo mientras, llenándome de esa intensidad creciente. El calor que desprendia su cuerpo llegaba hasta mi, un soplo me devuelve aún más calor. Respiro y me embriago profundamente. Es entonces cuando poso mis manos en los hombros, deslizo mis dedos entre los mechones de cabello que caen por la espalda. Me acerco más, sumerjo la cara entre su pelo, deslizo mis manos rodeando los brazos hasta el pecho. Mis labios llegan a la mejilla y la besan, con los labios entreabiertos. Y mi lengua saborea el origen del desasosiego. Mientras siento su repiración acelerada se acelera la mia.
Entonces, regreso a mi silla, alli donde he estado sentado, de donde no puedo moverme. Levanto la vista y encuentro sus ojos desconcertados. Supongo que no alcanza a saber que pasa por mi cabeza, y su cara muestra preocupacion. Me pregunta si me encuentro bien.
Al abrigo de una mesa voy a tener que quedarme sentado y pensando en alguna estupidez para decir y prolongar la conversación hasta recuperan la cordura, hasta enfriar mi mente, y por que no, hasta poder erguirme. Si, claro que estoy bien.
Ese fue un momento realmente incomodo, en el que perder la serenidad. Absurdo, incontrolable. Lo cierto es que lejos de volver a casa relajadamente, me paso todo el camino rememorando esa ensoñación, desordenando mi cabeza, avergonzado por el desenlace, y deseando olvidarlo para no repetirlo.

Um comentário:

Javier Menéndez Llamazares disse...

Mmm, el café portugués... ¡qué maravilla! Lo que no sabía es que también tenía efectos "afrodisiacos".
Veo que acabas de empezar, mucha suerte con tu blog; de momento, arranca con fuerza.