segunda-feira, 28 de maio de 2007

Mis Picos


Hoy, que tendría que estar haciendo cualquier otra cosa más provechosa, estoy mirando por mi ventanita, y me acuerdo de cuando estaba en el pueblo. Ahora es cuando más bonitos están los jardines, floridos, aun verdes las hojas, están floreciendo los naranjos, el azahar. Desde mi ventana veo muchos jardines, los tejadillos de las casa, tejas rojas sobre paredes blancas. Incluso alcanzo a intuir un pedacito de parque, una pradera verde con un pequeño lago en el medio.Pero nada se iguala a mi pueblo. En la montaña leonesa, en medio de los imponentes Picos de Europa. Cuando estaba allí, todo me parecía que iba más lento que en cualquier otro sitio. Esas cosas suelen pasar en la zona rural. Una rutina, en la que todo tiene su tiempo, las cosas ocurren a las horas ciertas, pero sin prisa, con la calma de la propia naturaleza. El sol sale a su momento, los animales tienen que ser atendidos, porque es mismo el preciso instante.Me levantaba a la hora del ordeño. La noche aún no se me había pasado, los ojos casi cerrados, el pelo en una maraña. Me vestía, un poco de abrigo, porque incluso en verano hace frió hasta que el sol se sube a la montaña. Entraba en la cuadra, añoro incluso el sonido de la madera gimiendo a mi paso, y respiraba el olor de aquellos imponentes seres, el ol0r de las mañanas en casa.Las vacas son unos bichos tan impresionantes como no he visto igual. Con unas dimensiones casi titánicas, son enormemente vulnerables, precisan de todo tipo de atenciones, de cuidado, incluso de protección. La mirada de mis vacas era la de un animal desvalido, temeroso, con unos ojos enormes que abrían hasta el fin de los párpados al oír cualquier ruido extraño. Capaces de quedarse mirando al vacío durante horas, apenar masticando, y que escrutaban mis movimientos por la cuadra con curiosidad, como haría un niño. Me despiertan una enorme ternura, me hacer rememorar mi infancia.El resto del día pasaba sin mayor interés, pero lleno de momentos trascendentales. Empezando por el desayuno, que venía después del ordeño, sentados todos al calor de la lumbre recién prendida, los palos ardiendo, con ese aroma de la madera al calor. La leche al fuego, el pan de hogaza del día anterior esperando el baño en un tazón. Más tarde, solo algunos días, salía con la perra a pasear, a lo alto del puerto, a ver si las ovejas seguían por allí adornando el pasto. Me pasaba las horas sondeando los picos, imaginando historias de guerrillas, de bandoleros, buscando huellas de animales, pistas de algún rastro, soñando con descubrir una madriguera de zorros y tal vez quedarme uno...otras veces me tumbaba al borde del arroyo a escuchar cantar las ranas, a mirar como corría la perra detrás de las piedras que yo le lanzaba.Los años que pasé en la montaña, las vacaciones de verano, los fines de semana cuando volvía a casa, son los mejores recuerdos que tengo de mi juventud.Y ahora que veo florecer naranjos en mayo, que espanto moscas incluso en febrero, pienso en lo lejos que me siento de mi montaña, de mi juventud y de los míos.

3 comentários:

Anônimo disse...

Muy bonita, sí señora, esa postal nostálgica... pero... vamos, vamos, vamos... que hace una semana que no escribes nada...

A qué viene ese cartel tan bonito de Vinicio de Moraes...

rakel disse...

ola!
gracias, un poco nostalgica si que ando, pero con calma que estoy en puro estres...
lo de vinicius, como dice el subtítulo, es algo rico para picar.
por cierto, tengo mas sorpresas...pero todo a su tiempo.
beijinhos!!!

Javier Menéndez Llamazares disse...

¿Se ha acabado la temporada de tomates? ¿No me puede usted conseguir cuarto y mitad, que ya me estaba aficionando y ahora los hecho de menos?